Las cofradías más antiguas de Palma
Se acerca la Semana Santa y las cofradías calientan motores desde hace tiempo para salir en procesión por las calles del casco antiguo de Palma. Desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua se suceden las procesiones, pero las más populares y las que atraen a más visitantes son las del Jueves y Viernes Santo.
En Palma la tradición era que los penitentes llevaran pequeños dulces de anís, llamados confites, en los bolsillos y que se los hicieran llegar a los conocidos que iban encontrando en el camino a través de los monaguillos. Hoy en día reparten caramelos y alguna que otra piruleta con forma de “caperucha”.
Conociendo las cofradías más antiguas de Ciutat
En Palma hay 34 cofradías y la más antigua es la de Sant Pere i Sant Bernat, que se fundó en el año 1370 pero que cuyos estatutos no se aprobaron hasta 1431, y ante notario. Esta cofradía es una de las más vinculadas a la Catedral de Mallorca porque se encargaba de dar asilo a los sacerdotes más pobres del clero.
Otra de las cofradías más antiguas y esperadas es la del Cristo de la Sangre, documentada en el siglo XV. Tradicionalmente partía del hospital e iglesia de la Sangre y recorría los conventos de Palma para que las monjas de clausura pudieran ver la talla, que genera gran devoción en la ciudad.
Si bien el recorrido se fue modificando con el tiempo, esta Semana Santa 2024 el Cristo saldrá, por primera vez, de la Catedral, ya que la cantidad de personas que quieren verlo colapsaba las calles aledañas al punto de partida, llegándose a formar auténticos embudos.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII se popularizaron las escenas del Vía Crucis, lo que dio lugar a una serie de imágenes y tallas, realizadas a veces por escultores de renombre, mientras las cofradías iban aumentando según los gremios que agrupaban a los diferentes oficios del momento.
Las nuevas cofradías del siglo XX
A partir de 1902 empezaron a fundarse cofradías con inspiración sevillana, como la de la Cruz de Calatrava, la Dolorosa o las Cinco Llagas entre otras, pero por primera vez ya no estaban vinculadas a una profesión, sino a una parroquia.
Durante un tiempo y hasta los años 80 no se creó ninguna cofradía nueva, y algunas empezaron a desaparecer. Fue un momento que marcó un nuevo cambio. Para hacer revivir la tradición, la Asociación de Cofradías accedió a la demanda muy reivindicativa: que las mujeres pudieran participar en las procesiones, algo que muchas hacían desde hacía tiempo, amparadas por el anonimato de las caperuzas.
Al levantar la prohibición se salvó la tradición, ya que de nuevo la participación de cofrades y penitentes volvió a aumentar.
Y a partir del siglo XXI y con la intención de consolidar la popularidad de las procesiones, se decidió que estas saldrían durante toda la Semana Santa, y no sólo el Jueves y el Viernes.
Cuando los pasos y los cofrades salen a las calles, se impone el silencio, sólo roto por el sonido de los tambores y por las palabras de aliento para los costaleros. A medida que cae la tarde, las hachas, velas de gran tamaño que portan los penitentes, van consumiéndose y llenando el suelo de cera derretida -las ruedas de los coches rechinarán por un tiempo al pasar por el asfalto- y el ambiente se llena con el aroma de las flores que acompañan a la Virgen.
El sabor del anís de los confites y peladillas transporta a otros tiempos, cuando la Semana Santa en Palma también marcaba el inicio de las vacaciones escolares.