Siurells mallorquines, mucho más que piezas de cerámica
Un siurell es una figura de cerámica colocada sobre una peana, de color blanco y pintada con pinceladas verdes y rojas, y, según el origen del artesano que los elabora, azul y amarillo.
Pero lo más característico y lo que da nombre a estas pequeñas piezas es el silbato o flauta diminuta, siurell en mallorquín, también confeccionado en barro.
En Mallorca existe una tradición no escrita: todo cuyo origen es desconocido, se atribuye a los moros, y los siurells no son ninguna excepción. Sin embargo, algunos estudios apuntan a que estas pequeñas piezas llegaron a la isla con los llamados pueblos del mar: Creta, Chipre, Fenicia, Cerdeña, la vecina Ibiza e incluso civilizaciones más remotas, como la egipcia.
Las similitudes del siurell mallorquín con las figuras recogidas y estudiadas, procedentes de estos pueblos hace pensar que sea posible que las pequeñas estatuillas de cerámica tengan un significado mucho más ancestral del que se le supone.
En cualquier caso, su origen exacto es un misterio, así como el momento de la historia en el que empezaron a elaborarse. Algunos piensan que es un antiguo juguete infantil que ha sobrevivido al paso de los siglos. Otros creen que tenía un valor religioso, y en Mallorca siempre se ha relacionado con la buena suerte y con la abundancia. También ejercía de tótem ante los tempestuosos vientos mallorquines que infundían gran temor a los antiguos habitantes de la isla.
El arte tras los siurells
Habitualmente eran las mujeres las encargadas de elaborar estas pequeñas piezas, y en muchas ollerías aún son ellas quienes lo hacen. Se solían vender en mercados semanales, y raro era el niño que no regresaba a su casa con un pequeño siurell en las manos.
Para confeccionarlo, las artesanas modelan las diferentes partes de la pieza y luego las unen con un tipo de barro especial, mucho más blanco. Acto seguido fabrican el silbato con un trozo de barro redondeado, y lo vacían con una ramita llamada “tronquet d’albó”, y una pieza de caña con la que hacen el orificio de entrada y salida del aire, que al soplar origina el sonido característico de estas piezas.
La figura se deja secar y luego se cuece en un horno especial. Una vez cocida, se encala para darle el color blanco que corresponde. Para este proceso se sumerge la pieza en la cal, sujetándola por el silbato, para que la parte por la que hay que soplar quede del color original del barro. Por último, se le da color con pinceladas verdes y rojas, o azules y amarillas, siguiendo el patrón propio de cada artesano.
Siurells para coleccionar o atraer a la suerte
Los hay con forma de caballo, bueyes, pastores, campesinas… la iconografía del siurell ha evolucionado mucho, tanto que incluso hay nacimientos hechos con figuras de siurells que salen, flamantes, cada Navidad.
Los más famosos son los siurells de dimonis -demonios- una imagen muy recurrente dentro de la cultura mallorquina y que, convertida en esta pequeña figura, son signo de buena suerte y abundancia si se colocan en la entrada de la casa.
Son muchas las personas que han sucumbido al encanto de los siurells, a pesar de su apariencia a veces tosca. Uno de ellos fue el propio Joan Miró, quien se sintió muy atraído por este tipo de figuras y que influyó alguno de los aspectos fundamentales de sus pinturas.